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LA PARROQUIAL DE SAN ROMÁN EN EL ESPINO, EL ROMANICO REDUCIDO.

 “A menudo no hay en los pueblos de España lugares más 

amenos que aquellos donde se levanta una ermita.”

Iberia: La imagen múltiple. Manuel de Lope.

Hoy, en esta sección de “Patrimonio en ruinas”, nos desplazamos hacia un municipio un poquito más grande que los descritos hasta el momento, sin embargo, nuestro objetivo, la ermita de San Román, es quizás la más pequeña de la provincia.

Hemos de desplazarnos hasta Valdegeña, localidad al pie del Madero. La carretera nacional 122, en dirección a Zaragoza, nos permitirá llegar a esta localidad en media hora aproximada. Justo al entrar en el municipio, a su derecha, nos reciben por este orden: un lavadero techado, una pila de abrevadero, y el surtidor de ambos, una fuente de 1941 con dos caños de agua fresca.

Aún nos sorprende en la entrada del pueblo un mural encabezado por la siguiente frase: “Valdegeña también es mi pueblo”. Debajo, un sinnúmero de quienes han querido solidarizarse y fraternizar con este municipio, que es tanto como fraternizar con todos aquellos en trance de desaparición.

Valdegeña ha sido, y sigue siendo, municipio independiente, y ha llegado a sobrepasar los doscientos habitantes. Hoy no acoge ni a cincuenta. Se entenderá así la solidaridad mostrada en el mural, avivada por sus ilustres hijos Florentino Zamora, Fidel Carazo y Avelino Hernández. Sus calles están cuidadas y hay en ellas un cierto regusto al arte, pues en cualquier recodo hay algún elemento artístico: monumento a la boina castellana, de Isidoro Sáenz; una escultura dedicada a Avelino Hernández, la tapa de un sarcófago que sirve de banco a la entrada de la iglesia, la propia iglesia, dedicada a San Lorenzo; la ermita de la Virgen de Gracia y otros elementos.

Otro hijo de esta tierra, bajo tres hermosas sabinas de su jardín (en honor al nacimiento de dos sobrinos y un hijo) nos señala el camino, un tanto complicado, para llegar a San Román. Nos aconseja tomar el camino del barranco, pero lo desechamos por parecernos una subida más esforzada, así que nos dirigimos por un camino paralelo a la antigua vía del ferrocarril hasta el primer cruce a la derecha, que cruza por un puente la vía férrea. 

Este trazado viario era la continuación del Torralba a Soria, y unía la ciudad con Castejón de Ebro. Daba servicio a los habitantes de los pueblos intermedios, como Ólvega o Ágreda, hoy abocados al automóvil y la carretera. Las estaciones, las vías, y demás accesorios permanecen abandonados a las inclemencias del tiempo, y a los no menos perniciosos actos humanos.

Seguimos ese camino ancho que va subiendo y serpenteando para hacer más cómoda la subida. Creemos que hemos hecho bien en elegir esta vía. Acompañan nuestros pasos las encinas y los quejigos a ambos lados del camino. A menudo algún ejemplar de extraordinaria belleza nos sorprende. Después de una hora andando llegamos a la minúscula ermita de San Román.

Cuando recorremos estos territorios dejados de la mano de Dios, nos da la sensación, de que tanto en la capital como en la provincia de Soria, nos avergonzamos de nuestro pasado, motivo por el que lo queremos hacer desaparecer, mediante el derribo, la ruina o el abandono. En el proceso de repoblación de la Extremadura castellana fueron necesarias muchas pequeñas aldeas, muchas de ellas, debido a cambios en la actividad económica a finales de la Edad Media, quedaron despobladas. Ese es el caso de la aldea que presidiría la parroquial de San Román.  

La diminuta iglesia de San Román, lo fue de un pequeño lugar situado al Este de la Sierra del Almuerzo. No conocemos el nombre de la aldea, si bien podría tratarse de Matutejo, que se encontraba por estos lares a la sombra de la Sierra de Matute. Aunque se encuentra más cerca de Valdegeña, la ermita pertenece a El Espino, lugar que se integra en el ayuntamiento de Suellacabras. Lo que hoy ha llegado hasta nosotros de esa aldea son unos restos esparcidos alrededor de la ermita y que, si nadie lo remedia, pronto desaparecerán. Se trata de una iglesia reducida, como si de una casa de muñecas se tratase. De todas las que hemos visitado es la que tiene dimensiones más reducidas, 10 metros de largo, por 4 de ancho. 

Quedan de ella parte de los muros fabricados en mampostería y sillarejo, excepto el arco de gloria y algunos sillares dispuestos en las esquinas y en el muro sur.  Se trata de una ermita muy humilde y sencilla, pero representativa de lo que pudieron ser muchas de estas iglesias que proliferaron a finales del siglo XII en los lugares más humildes de la provincia. Es por ello de la importancia de esta ermita, al tratarse de una de las pocas que han llegado al siglo XXI. De una sola nave con un arco de triunfo que separa el tramo recto y ábside semicircular. La portada se abría al Sur protegida por un pórtico del que resisten parte de sus muros laterales. Tanto la nave como la capilla se cubrieron con techumbre de madera, si bien algunas reformas que se observan nos hacen pensar que presbiterio y ábside lo pudieron hacer en origen de manera abovedada. El arco de gloria hacia la nave está doblado y apoyado en una imposta de nacela.

Algunos vecinos de Valdegeña, entre ellos Ricardo Hernández Lucas, nos informan de que en la ermita se celebraba una romería, a la que acudían los vecinos de El Espino, Nieva de Calderuela y Valdegeña. La romería se celebraba el lunes antes de la festividad de la Virgen de los Milagros y los vecinos de El Espino llevaban la imagen de San Román desde la iglesia de San Benito, donde se custodiaba todo el año. Los tres sacerdotes de las localidades concelebraban la misa y se desayunaba chocolate en la pradera del Santo, donde también había baile. Cuando se bajaba a Valdegeña, se bendecían los campos. Al parecer esta tradición se rompió por la venta por 30.000 ptas. del monte del Cordel por parte de Valdegeña, que provocó una disputa con El Espino que se saldó con la supresión de la celebración de la romería y a la postre con la ruina de San Román.

Por las fotografías aéreas de los vuelos americanos de 1945-46 y de 1956-57 y las del vuelo interministerial de 1973-1980 sabemos que por esos años se encontraba en perfecto estado. Fue a partir de esa fecha cuando llegó el expolio de la portada, vigas y tejas de la techumbre, sillares, que de manera inmisericorde continúa hasta nuestros días. La pila bautismal, sencilla como todo el templo, fue llevada por un vecino a El Espino. Ya en el año 2000, Pedro Luis Huerta la fotografió para la Enciclopedia del Románico de Castilla y León, con solo parte del tejado del ábside, y en 2021 ya no tiene ningún tipo de cubierta, la pérdida de su techumbre permitió que la acción de la naturaleza la haya dejado deshecha. Un rosal se ha enseñoreado de su interior, y tan fuerte se ha desarrollado que nos impide llegar a la cabecera que tenemos que ver trepando sus desgastados muros. Ahora ya no podemos ver ese banco de piedra del que nos hablaba P.L. Huerta que se veía entonces en el presbiterio y en el muro Norte.

En nuestro regreso, superamos un buen lapiaz, para después disfrutar de unas excelentes vistas en el mirador del Monte El Carrascal. A través de una antigua cañada accedemos al barranco de San Román, por donde pronto llegamos al camino de San Román, camino que nos había aconsejado el lugareño. Tenía razón el señor, pues regresamos por un sendero precioso entre encinas, una auténtica “corredoira” en campos sorianos. Cuando el agua sea protagonista en el barranco, su sonido y el paisaje deben unirse para crear un escenario casi idílico. Este era el camino que utilizaban los habitantes de Valdegeña para llegar a la ermita. Hoy sólo los paseantes y senderistas disfrutan de la belleza del lugar, pues, una vez más, hemos dejado perder el motivo de su creación. 

Hilo en Twitter: https://twitter.com/lc_pastor/status/1405881416475348994?s=20

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